Monday, October 3, 2011

El discurso del plebeyo (hablaré del andaluz por la parte que me toca)


El pasado jueves nos levantamos con la noticia de que el presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, utilizaba como defensa una ofensa al afirmar que los niños catalanes sacan las mismas notas en castellano que los de Salamanca, los de Valladolid, los de Burgos o los de de Soria, sin pararse a reparar en los niños sevillanos, malagueños o coruñenses, ya que, según sus palabras, a algunos no se les entiende.  
Hasta donde yo sé una lengua es una herramienta de comunicación que funcionará siempre y cuando el hablante y el oyente mantengan un entendimiento mutuo por el que las exposiciones del primero sean comprendidas por el segundo y viceversa. Si la comunicación es efectiva, la lengua, como herramienta de comunicación, está cumpliendo su cometido y con eso reafirma su validez. Sin embargo, lejos de ser entes rígidos e invariables que coexisten a lo largo de los años permaneciendo intactos, las lenguas son elementos vivos que evolucionan a gusto de los hablantes que inventan y modifican palabras, haciendo que algunas se afiancen mediante la popularización y otras, en el pasado comunes y correctas, desaparezcan. Pura selección natural aplicada a la lengua que hace que expresiones arcaicas sean descartadas por desuso y palabras como ¨asín¨ sean aceptadas por la Real Academia (aunque calificándola como un vulgarismo) ya que el número de hablantes obliga a registrar el fenómeno. Vulgarismos y palabras aún no aceptadas que no sabemos  hacia dónde nos están llevando. 
En mi grupo de amigos, sin ir más lejos, usamos nuestras propias palabras. Nosotros nos ensalsamos cuando comenzamos a sentirnos a gusto en un lugar, experimentamos una cuñación cuando vivimos una situación embarazosa y nos encalomamos cuando, sin previa invitación, aparecemos en un sitio donde no se nos ha convidado. Las lenguas están vivas y ha sido así durante toda la historia. 

Si no fuese así, este artículo estaría escrito en latín, porque el castellano, al igual que el catalán, es una lengua romance que proviene del latín vulgar. Era el llamado sermo plebeius (discurso del plebeyo), la lengua que se hablaba en la calle por el pueblo llano, por los comerciantes y por los soldados. Lenguas que comenzaron a diferenciarse del latín culto, puro o clásico que se utilizaba en la literatura o en la administración para facilitar la comunicación entre las provincias romanas; y que fue tomando forma, consolidando sus diferencias y afianzando sus palabras.  
El catalán, el castellano, el italiano o el portugués fueron fruto de la diversificación que comenzó en las provincias del Imperio Romano según la región geográfica. Tardaron más de 1300 años en darle forma a las lenguas que hablamos hoy en día y durante ese tiempo, los territorios implicados fueron centros de experimentación, de creación y de consolidación. Además, convivieron con una fuerte diglosia, donde el latín tradicional tenía un estatus de prestigio como lengua de cultura  y de uso oficial frente a la otra lengua en experimentación relegada a situaciones socialmente inferiores de oralidad, de vida familiar y de folclore
En Andalucía, hoy en día estamos viviendo esa situación. Aunque se hable andaluz desde el siglo XIV, todavía sigue siendo un dialecto oral que nunca ha sido unificado ni normalizado oficialmente. Andalucía sigue siendo un hervidero de fenómenos lingüísticos, un campo de experimentación que por ahora cuenta con un sistema fonético y un sistema léxico independientes y que está a la espera de ver qué camino tomará. Sin embargo, el andaluz es considerado por muchas personas como una deformación tosca y aleatoria del castellano. En el colegio llevan varios siglos diciéndonos que hablamos mal, en televisión siempre hemos aparecido como el graciosillo o el iletrado y comentarios de políticos como el señor Mas ayudan al posicionamiento del andaluz como lengua incorrecta en el imaginario colectivo.  Me parece muy llamativo que el señor Mas, ferviente defensor de la lengua y la cultura catalanas comparta esa óptica castellana sobre lo culto y lo correcto e intente ridiculizar nuestra manera de hablar. Sus palabras, unidas a factores históricos, sociales y políticos hacen que en Andalucía se siga consolidando la tradicional diglosia con el castellano como habla culta y el andaluz como habla vulgar, una situación que recuerda mucho al momento de creación de las propias lenguas romances. 
¿Qué pasará con el andaluz dentro de unos siglos? ¿Llegará a diferenciarse tanto del castellano que llegue a considerarse una lengua diferente? ¿No podrían calificar esta pregunta de locura aquellos que en el siglo 400dC llamaban latín vulgar al conjunto de dialectos vernáculos del latín que se hablaba en las provincias del imperio romano a partir del que surgieron las lenguas romances ? 
Nadie puede responder esas preguntas a día de hoy y mucho me temo que nunca llegaremos a saber qué pasará dentro de unos siglos. Así que señor Mas, no se preocupe usted por nos comprender a esos niños sevillanos o malagueños porque esos niños no hablan castellano.  Esos niños constituyen una generación más de andaluces que están llevando nuestro conjunto de hablas, nuestro dialecto o nuestra lengua, a definirse tal y como será en el futuro. Respete el artículo 3.3 de la Constitución, céntrese en lo suyo y deje que el andaluz decida si va por un lado o por otro, porque estamos en estado de plena ebullición y esto no ha hecho más que empezar.