Acabo de experimentar el primer terremoto de mi vida y estoy aterrorizada. 5,7 grados de magnitud. No han aparecido grietas en el techo ni se ha caído nada al suelo, pero he sentido cómo el edificio entero se balanceaba. Mi cama se movía sin control, el escritorio, la ropa del tendedero, las paredes.
Cuando ha parado el temblor, varias perchas que tenemos colgadas en la escalera por la que subimos a la litera, han seguido meciéndose durante un rato. Su mero balanceo me aterraba. Me hacía percibir el rastro del peligro. Su poder, mi indefensión.
En definitiva, una atracción más de oriente, de las no recomendables, tras la que sólo me queda esperar tener la misma suerte la próxima vez.
Información sobre el terremoto:
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