Wednesday, April 6, 2011

Kenting

  Los comienzos siempre son difíciles. Sobre todo cuando empiezas a desarrollar una idea a destiempo. Cuando han pasado casi dos meses desde que llegaste a la otra punta del mundo y tu barriga ya no hace extraños ruidos al digerir la leche de soja o ya no te sorprendes si entras al cuarto de baño y lo único que encuentras es un agujero en el suelo. En definitiva: el factor sorpresa ha perdido su efecto y se ha convertido en rutina. Aún así, creo que ésta es una buena oportunidad para rescatar primeras impresiones y comenzar un diario que me permita recordar este tiempo en territorio extraño en el que la extraña soy yo. 
    Es miércoles y es el último día del ¨Spring break¨.  Todo el mundo llevaba un tiempo hablando de estas vacaciones a mitad de semestre. Los planes eran variados pero al final me decanté por lanzarme a la aventura en un autobús lleno de de estudiantes de intercambio que se desplazaban a Kenting. ¡Un festival de música en el sur de la isla! Buen tiempo y playas de ensueño eran el gancho perfecto para atraer a estudiantes cansados de la lluvia y los días grises de Taipei
    La alarma sonó a las 4 de la mañana pero no importaba. 383,6 kilómetros y siete horas de camino me proporcionaban tiempo suficiente para echarme unas cabezaditas en el trayecto de ida. Sin embargo, cuando llegamos al autobús resultó ser un party-bus de esos que sólo había visto en la tele. Un autobús con luces de discoteca en su interior, música pachanguera sonando a todo bombo y cincuenta estudiantes internacionales borrachos como cubas, que venían directamente de una de esas discotecas ¨all you can drink¨ de la capital taiwanesa. A los 5 minutos de arrancar el autobús, la chica del asiento de detrás vomitó provocando el vómito de la chica que estaba a su lado y sonoras arcadas en la del asiento de detrás. Afortunadamente, sólo tenían alcohol en la barriga, por lo que el olor no era tan desagradable. 
     Lady Gaga, RihannaJustin Bieber o The black eyed peas nos acompañaron durante las 4 primeras horas de viaje. Sin embargo, lo peor llegó cuando descubrieron el karaoke y los cuatro micrófonos de los que disponía el autobús... ¡Sublime! Además, el enemigo tenía suficiente whisky en vena como para convencer al más reacio  y acabé cantando el Waka-waka duo con un polaco-pesadilla que se me sentó al lado.

    En fin, la verdad sea dicha: me reí mucho en el viaje. Incluso cuando los desvergonzados guiris borrachos comenzaron a hacer gestos obscenos a un autobús lleno a abuelas taiwanesas de excursión que se nos paró al lado. Es comprensible que la gente odie a los turistas. Aunque he de decir que algunas yayas sacaron sus cámaras de fotos para inmortalizar los movimientos pélvicos incontrolados de los mozuelos. Se ve que el gusto por lo occidental se mantiene en las taiwanesas hasta altas edades...
    ¡Y llegamos a Kenting! Un sol radiante y un cielo azul intenso nos esperaban. Efectivamente, las playas contienen arena blanca y el Pacífico llega al sur de Taiwán con una temperatura muy agradable aunque no hace honor a su nombre y las olas nos revolcaron regalándonos algunos rasguños.

Los puestecillos abundan por las calles: salchichas agridulces, calamares y pulpos a la plancha, perritos calientes estilo Taiwán, gambas, tofupizzas enrolladas, zumos de frutas naturales, helados y por supuesto, puestecillos con alcohol. Estos puestos son diferentes. Suelen tener música incorporada, ofrecen chupitos de la bebida en cuestión y cuentan con varias taiwanesas monísimas con poca ropa que te invitan a beber. Como era de esperar, los salvajes con los que íbamos no tardaron en acercarse a estos puestos reclamando atención. Por su parte, las taiwanesas regalaban sonrisas e intercambiaban algún que otro número de teléfono. Aquí incluso el caucásico menos agraciado tiene una oportunidad con una asiática monísima

     Los occidentales estamos completamente sobrevalorados. Les encantan nuestros ojos, nuestras grandes narices, nuestra piel... Las tiendas de cosmética están llenas de cremas blanqueadoras de piel y muchas chicas salen a la calle con paraguas cuando el sol aprieta más de la cuenta. Incluso algunas taiwanesas llevan unas pegatinas en los párpados para agrandarse los ojos... Es increíble hasta qué punto influyen las modas. ¡Con lo maravillosa que es la diversidad! 
   Por lo demás, lo pasamos muy bien en las fiestas de la playa. Kenting es un buen destino para desconectar: buena comida, precios asequibles para todos los bolsillos, diferentes paisajes y buena temperatura. En definitiva, una ciudad a la que tenemos que volver con más tiempo para disfrutar a fondo del parque natural y de los pueblecitos de alrededor.

1 comment:

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